En mi
tierra madre se ve diariamente
como
gringas se agachan de manera bochornosa
a recoger
caracoles y corales
A veces se
escapa alguna estrella de mar
Al mercado
de las conchas
En mis
playas nunca falta el niño
que con su
inocencia busca los más grandes,
para
llevárselo al oído y escuchar por siempre el mar
Y he de
alagar,
la
perseverancia con la que lo encuentran
En estas
mismas costas también se encuentra
el artesano
que busca con estos
hacer una
puca o un enmarcado que podría venderle
A cualquier
rico para adornar la sala de su apartamento con vista al mar
O al
turista que practica el surf en esas aguas
Es en la
rivera de mi país
donde
diariamente miles de caracoles
son
desalojados de su tierra e importados sin intereses
a los
salones narcisistas de sus recogedores.
No son perlas, ni esmeraldas de mar.
Son caracoles.
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