El pasado, un altar sagrado que hemos crecido creyendo: "es importante".
La sociedad nos inculca a preservarlo, a compararlo y valorarlo.
Parecemos miembros de un culto que es participe de una
practica de autoflagelacion con remordimientos.
Nos gusta caminar por este lugar, hasta llegar al panteón de los lamentos,
porque los buenos momentos se olvidan, son esos momentos de incomodidad
los que se mantienen reapareciendo fervientemente en busca de formas de solapar sus errores.
Y es que todo Altar del Pasado esta lleno de historias fantasmales, que se encargan de espantar ciertos anhelos, rememoran sin piedad porque te atan ciertas cadenas y no podemos jamas olvidar su mas importante preocupacion, asegurarse de que nunca conmemorar esos buenos recuerdos que tambien forman parte de ese sagrario. Esos estan enterrados muy al fondo, y es necesario un catalizador que dispare esas imagenes.
Caminamos por la vida cargando esa edificacion que construimos nosotros mismos, con nuestras manos, sangre y sudor, es lo que nos ata a este mundo de mediocridad que evita que abras tus alas y emprendas vuelo.
Para aquellos que tienen su historia libre de imperfecciones, que dios los bendiga, mas no se han librado de todo, existe entonces el santuario colectivo del que la "Humanidad" se rige para escalar los niveles de paradigmas, los que nos mantienen a ras. Es el vaticano de la historia, llena de millones de interpretaciones, con tantos puntos de vista como tangentes la circunferencia.
Puntos de vista que influyen y predisponen a todos sus dociles practicantes y nos acorralan a los inflexibles.
Un hipercubo de posibilidades donde una cara no ve la otra, mas sin embargo estan conectadas.
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